Después de la tormenta

Después de varios años viajando en verano, este año me ha tocado quedarme en la ciudad. Soy consciente de que me cuesta gestionar mi reacción al calor y la humedad, lo que obviamente afecta a mi fotografía; además, no he salido mucho de la ciudad, y con el calor, tampoco he salido mucho de casa. Así que, mi fotografía ha sido bastante escasa.

Sin embargo, como todo en la vida, tu realidad es la que proyectas; y aunque el verano no es mi estación favorita, tiene sus momentos muy agradables: las noches de playa, el olor a sal marina y maíz asado, los largos atardeceres y sus colores pastel… y las tormentas de verano, sobre todo a finales de agosto, que marcan el final de la temporada. Y es cuando las tormentas se calman que es mi momento de salir a fotografiar. El momento después, la consecuencia. No sé si a vosotros también os pasa, pero cuando pasa la tormenta, veo en la gente un estado de relajación; casi meditativo. Como he dicho antes, quizá sea mi realidad; porque así me siento yo con las tormentas y la lluvia. Y como dice el dicho:

Después de la tormenta viene la calma


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