Apegos creativos

11 de Mayo del 2025 –

Hace exactamente un año vendí mi cámara.

Lo que pensé que era una decisión meditada fue, en realidad, el prólogo a unos meses de desidia.
Cada vez que salía, echaba en falta el aparato. Sentía que, sin la cámara, dejaba de lado una parte importante de mí.


La excusa de la cámara

Durante los últimos cinco años fui vendiendo y comprando material. La fotografía me gustaba, pero mantener ese hobby era caro.
Si se te estropeaba una cámara, un filtro o incluso un trípode, te tocaba gastar un dinero que yo no podía permitirme.

A eso se sumaba otra dificultad: me costaba entrar en el mundo de la fotografía con tanto bombardeo visual en redes sociales.
La saturación de imágenes me hacía sentir que no tenía nada nuevo que aportar.

Por eso elegí un blog: para ir más lento. También hay una parte de nostalgia, a una etapa del internet 1.0 pero lo que más radica es mi necesidad de calma.
Para construir una intrahistoria acompañada de imágenes, sin urgencias ni algoritmos.

Pero en mayo de 2024 vendí mi última cámara.

De las últimas fotos tomadas con la X-PRO1.

¿Y si comienzo algo nuevo?

Durante meses me pregunté si debía volver a comprar una.
Pero algo me frenaba. Había una parte de mí que se preguntaba si no sería mejor empezar algo distinto y simplemente disfrutar el proceso de ser principiante.

Fue entonces cuando empecé a dibujar. A probar con la ilustración y el sketching.
Y apareció una pregunta que me removió:

¿La identificación con una profesión o disciplina artística… nos acaba limitando?

Yo, que soy un cansino y siempre me estoy haciendo preguntas, caminé durante semanas sin saber qué hacer.
¿Retomar la fotografía? ¿O dejar que algo nuevo naciera?


Nostalgia del estar presente

Un día revisé mis viejas fotografías.
Y me di cuenta de que lo que sentía no era nostalgia por la cámara, sino por las experiencias que vivía cuando salía con ella.

Salir a pasear. Tener una intención. Estar presente.
Hablar con desconocidos. Pararme. Mirar.

La fotografía era una excusa.
Lo que echaba de menos era esa manera de vivir el mundo.

Con la fotografía veía el mundo de otra manera y lo compartía con otras personas.

La vida son ciclos.
Y aunque no descarto volver algún día a comprarme una cámara, siento que ahora toca cerrar una etapa.

En especial, con la fotografía de calle.
Porque la verdad es que ya no disfruto estar en el ajetreo urbano.
Lo que me gusta es lo contrario: la fotografía de paisaje, minimalista, tranquila y pausada.


Recuperar la paciencia

¿Y qué tiene que ver esto con la fotografía?

Bueno, una cámara digital puede disparar decenas de imágenes en un segundo.
Las ves al momento. Las editas rápido. Las compartes. Todo es inmediato.

Y yo, que he vivido durante años con una infusión diaria de dopamina, estoy intentando hacer un detox.
No me veo a largo plazo sosteniendo ese ritmo de creación tan acelerado.

Quizá por eso vino el dibujo.
Ahora mismo soy bastante malo, lo admito.
Pero me obliga a bajar las revoluciones. A estar.
A aceptar que las cosas requieren tiempo y paciencia. Me devuelve al presente.

La fotografía digital alimentaba demasiado ese monstruito de la gratificación instantánea.
Pensé en probar con fotografía analógica para recuperar el ritual y la lentitud,
pero investigando vi que los precios se han disparado.

No merece la pena hacer esa inversión ahora, en algo que no quiero volver a convertir en obsesión.


¿Quién soy sin la etiqueta de fotógrafo?

Durante muchos años fui “el que hacía fotos”.
El que viajaba a Escocia y traía imágenes bonitas.
El que capturaba momentos espontáneos de la familia sin usar el móvil.

Esa identidad me gustaba. Me acompañó mucho tiempo.
Pero también se volvió una carga.

Cuando sentía que ya no estaba haciendo fotos, venía el estrés, el apego, el juicio.

Por eso, ahora, al acercarme al dibujo con manos torpes pero curiosas,
siento que estoy comenzando algo nuevo.
Y a la vez, cerrando algo viejo con gratitud.


El arte como camino, no como etiqueta

Hoy no me interesa tanto ser “fotógrafo” ni “ilustrador”.
Me interesa estar en paz con el proceso creativo, cualquiera que sea.
Usar el arte para explorar el mundo y mi mundo interior.

Porque el arte no tiene por qué ser una jaula.
Puede ser un camino, abierto, imperfecto y cambiante.

Y eso, ahora mismo, me basta.

🌀 Y a ti, ¿te ha pasado alguna vez?con estos temas o hay más gente a la que le ocurre algo parecido.

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